Situado en plena Sierra de Gúdar, Alcalá de la Selva hace alarde de su pasado musulmán teniendo su casillo como seña de identidad. De él se viene su nombre ya que “Al Kalat” en árabe significa “el castillo” o “la fortaleza”. Un bastión defensivo construido hacia 1118 y conquistado por las tropas de Alfonso II, rey de Aragón, en 1174. El rey Alfonsó donó el castillo de Alcalá a los monjes del monasterio de Santa María de Selva Mayor, quienes tendrán su custodia durante doscientos años. Después pasará a formar parte de las numerosas posesiones que los Fernández de Heredia tenían y que utilizaban como segunda residencia.
La Iglesia parroquial de san Simón y San Judas fue construida a finales del siglo XVI, hoy declarada Bien de Interés Cultural, preside la plaza junto con el Ayuntamiento.
El núcleo urbano de Alcalá crece bajo sus pies y, aún hoy en día sus calles tienen los nombres del pasado medieval, como la calle de la ollería o la del molino. Perfectamente enclavado en la ladera del río Alcalá, afluente del Mijares, cada rincón de este pueblo es digno de una instantánea.
La visita al santuario barroco de la Virgen de la Vega, en el barrio del mismo nombre, no dejará indiferente a nadie. En honor a la Virgen se celebra todos los años una romería el día 8 de septiembre con una procesión llena de colorido gracias a sus danzantes, graciosos, moros y cristianos.
Uno de los principales atractivos turísticos de Alcalá de la Selva es su proximidad a las pistas de esquí de Valdelinares ya que tan sólo distan de su núcleo unos quince minutos en coche. Estas pistas son idóneas para los amantes del deporte rey del invierno y en ellas se puede practicar skí, snowboard e incluso aprender a esquiar si no se sabe ya que cuenta con una pista de principiantes y de trineos.
En el mes de agosto se celebra un importante festival de folklore en el que se dan cita grupos de danzantes de diversas partes del mundo y en el que se puede conocer las distintas muestras de cultura entre los países.